Un día de estos voy a tomar medida de todos los marcos en donde figuran las fotos de la historia de mi vida. Cambiaré la de mi primera comunión, por una con un ojo morado tras una pelea con Ruanes. La de mi actuación de pastor de Belén, por mi primer día de preescolar agarrado a la bota de mi madre. La de mi graduación en el instituto, por esa en la que encajo un gol por el medio de las piernas en la final del campeonato regional. Seguirían imágenes de mi primera borrachera a los catorce sentado en la acera con un Malboro en los labios y otra de mi fuga en el tren con Graciela y también del bofetón que recibí a la vuelta… Por supuesto enmarcaría mi primer beso, las discusiones que vinieron después y la de mi hija de tres kilos en mis brazos. Pondría también la última visita al abuelo al hospital… y tantas otras… Una lástima que no tengamos las imágenes de estas escenas que darían fe de nuestra verdadera naturaleza y de nuestra verdadera historia.