Si desde algún punto de vista, plantearse la existencia como meros espectadores de lo que nos ocurre puede parecer penoso, más lo es padecer el engaño de pretender manejar nuestro destino y hacernos culpables de todo lo que nos acontece, tanto por dentro como por fuera. Si perseguir la felicidad consiste en esto, yo de esta religión me desapunto.