Al final, descubrí ese hueco vacío con paredes blancas y nada dentro. Un espacio que debería de estar adornado con las fotos importantes; desde la primera ecografía hasta la primera boda pasando por la primera comunión y la primera sonrisa sin dientes de los siete años. Ese lugar estaba lleno de ausencia, vacío de recuerdos de amor. Tras largos años de búsqueda infructuosa me atreví a abrir esa puerta y situarme en el centro de esa sala. No quería descubrir que estaba sola.